Protestas en Argelia: ¿una nueva “Primavera árabe”?

Por Juan Manuel Cabrera

Las protestas que estallaron en el mundo árabe a principios de 2011 abrieron varios interrogantes acerca de los alcances de los cambios que podrían provocar. Los reclamos de mayor democracia, libertad política y justica social se expandieron por el norte de África y el Medio Oriente. Desde su epicentro en Túnez, la llamada “Primavera Árabe” representó una gran cantidad de aspiraciones e incertidumbres para muchos pueblos. Hoy, sin embargo su legado es cuestionable. Hechos como las guerras civiles en Libia, Siria y Yemen, la proliferación de grupos fundamentalistas islámicos y las dificultades que aparecieron a la hora de avanzar en reformas democráticas allí donde los regímenes autoritarios habían caído, ensombrecieron las esperanzas que este movimiento había forjado.

Sin embargo, diez años después, las poblaciones de los países árabes siguen buscando generar cambios profundos en su realidad. El caso actual de Argelia lo demuestra así. Desde 2019, los argelinos protestan en contra de la élite que desde hace años lidera su país, pidiendo una reforma profunda del sistema político.

En este artículo, analizaremos estas protestas, conocidas como hirak (“movimiento” en árabe), que ya llevan más de dos años y que generan cada vez más dudas sobre el futuro de esta nación.

El inicio de las protestas

El punto de inflexión para entender las actuales protestas en Argelia, se encuentra en los meses previos a las elecciones presidenciales de 2019. En ese momento, su presidente era Abdelaziz Bouteflika, perteneciente al Frente de Liberación Nacional (FLN), partido que ha gobernado Argelia desde su independencia de Francia en 1962.

Los comienzos de la gestión de Bouteflika estuvieron marcados por el final de la Guerra Civil argelina que, durante más de una década, enfrentó al Gobierno con fuerzas islamistas, encabezadas por el Frente Islámico de Salvación (FIS). Este enfrentamiento se inició cuando, en las primeras elecciones libres de la historia de Argelia, en junio de 1990, se impuso sorpresivamente el FIS, con el 65% de votos. Cuando el FIS volvió a imponerse en los comicios legislativos de diciembre de 1991, el FLN decidió actuar. En enero de 1992, un golpe de Estado declaró la nulidad del proceso electoral, disolvió el FIS y apresó a sus principales dirigentes. La represión posterior a este movimiento islamista produjo la aparición de diversos grupos -principalmente el Grupo Islámico Armado (GIA)- que se levantaron en armas para derrocar al Gobierno del FLN. El conflicto, que dejó más de 60 mil muertos, terminó en 1999, cuando el FIS abandonó formalmente la lucha armada (Brieger, 2010, 34-35).

Desde ese entonces, Bouteflika presidió casi sin cuestionamientos los destinos de Argelia y supo sortear las protestas que se generalizaron en el 2011 en el mundo árabe. Se las arregló para mantener la estabilidad social gracias a los altos precios del petróleo. Esto permitió inversiones en grandes proyectos de infraestructura como edificios de viviendas de precio asequible y redes de ferrocarril. Miles de jóvenes también se vieron beneficiados por un sistema de préstamos para promover los pequeños negocios que en realidad no tenían que repagar (Rouaba, 2019).

Sin embargo, todo cambiaría en 2019. Para ese año estaban previstas elecciones presidenciales. Ante el dominio único del FLN, la gran pregunta que se hacían los argelinos era si Bouteflika, ya de 81 años, se postularía para un quinto mandato consecutivo. La última vez que había emitió un discurso fue en mayo de 2012. Casi un año después, en abril de 2013, sufrió un infarto cerebral y desde entonces apenas se dejó ver en público. Las pocas veces que se le vio fue siempre en silla de ruedas. Su precaria salud hacía pensar que esta vez no concurriría a otras elecciones. Pero el 10 de febrero expresó mediante una carta dirigida a los argelinos su intención de presentarse como candidato. Desde entonces, las manifestaciones no cesaron (Peregil, 2019).

Las protestas reunieron a miles de jóvenes argelinos que salieron a las calles para pedir un cambio político, en contra del dominio de la gerontocracia militar que gobernaba su país. La convocatoria se había difundido a través de las redes sociales. Los mensajes coincidían en que había que salir a la calle después de la oración de los viernes. Y así lo hicieron cientos de jóvenes a lo largo de Argelia. El mensaje más repetido era: “No al quinto mandato” (Peregil, 2019).

A esto se conjugaba también las críticas por la complicada situación económica por la que atravesaba el país árabe a causa de la caída de los precios del petróleo, lo que le quitó al gobierno los medios para financiar los generosos programas sociales y el desempleo se convirtió en un enorme problema (Rouaba, 2019). La economía argelina llevaba muchos años demandando reformas, ante la necesidad de diversificarse más allá del gas y el petróleo y de proporcionarles empleo a sus jóvenes, en una sociedad donde la edad media rondaba los 27 o 28 años y el desempleo en esa franja de edad superaba el 25%. El Estado daba empleo directo al 40% de la población activa en Argelia y la economía sumergida, según algunos informes, equivalía al 45% del PIB. El progresivo deterioro de los servicios públicos y la falta de alternativas para los jóvenes acrecentaron el malestar de la sociedad argelina, que encontró una salida en las protestas contra el anuncio de Bouteflika (González, 2019).

Las protestas finalmente llevaron a la renuncia de Bouteflika, seis semanas después de su inicio. El factor determinante resultó ser la voluntad de los jerarcas de las Fuerzas Armadas, verdadero centro del poder en Argelia. Ante un incremento de las manifestaciones y la cada vez más evidente incapacidad de mantener a Bouteflika en el cargo, los militares se alinearon con los reclamos populares y plantearon la conveniencia de la dimisión del mandatario (McDougall, 2019). Con esto buscaban calmar la situación social, permitiendo además algunas mínimas reformas pero sin desprenderse del poder.

A pesar de que se pudieron realizar nuevas elecciones (que dieron la victoria al representante del FLN, Abdelmadjid Tebboune) estas fueron muy cuestionadas por la oposición, lo que llevó a un gran ausentismo electoral. De los más de 24 millones de electores llamados a las urnas, sólo votaron el 39,93%, la tasa de participación más baja de la historia de Argelia e inferior en 10 puntos de las elecciones presidenciales de 2014 (Meneses, 2019). Esto le quitó legitimidad al nuevo gobierno y avivó las manifestaciones.

Abdelmadjid Tebboune, fue el sucesor de Abdelaziz Bouteflika como Presidente de Argelia.

Nueva Constitución, pocos cambios

La caída de Bouteflika, sin embargo, no impidió que el hirak persistiera. Los argelinos veían al nuevo gobierno, encabezado por Tebboune, como una continuidad, más que como un signo de cambio. Por esta razón los diversos intentos del nuevo presidente por destrabar la situación fueron infructuosos.

Esto quedó claro durante el referéndum constitucional de noviembre de 2019. Mediante esta votación, la elite política argelina buscaba que, dotando al país de una nueva Carta Magna, se acallaran el movimiento de protesta y le diera a Tebboune un mayor respaldo que el conseguido en las elecciones presidenciales (Meneses, 2019).

La nueva Constitución insertó ciertas modificaciones. Por ejemplo, limitó los mandatos del presidente a sólo dos periodos de cinco años -con Bouteflika no existían restricciones- y le dio más poderes al Parlamento y al Poder Judicial. Como novedad, el preámbulo incluyó por primera vez una referencia clara a la preservación del medio ambiente y a las consecuencias del cambio climático, una mención importante para un país cuya economía depende en gran medida de los hidrocarburos. Sin embargo, el Ejército no sólo conservó sus prerrogativas, sino que las aumentó. Su influencia política se hizo incuestionable, en tanto que el artículo 30 estableció que “el Ejército defiende los intereses vitales y estratégicos del país”. Más allá de que la nueva Constitución fue aprobada por el 66,8% de los votos, el plebiscito quedó marcado por un boicot masivo. La tasa de participación apenas alcanzó el 23,7%, lo que la convirtió en la más baja de la historia de Argelia (Meneses, 2019).

Luego de esto, la situación se encalló. Si bien el hirak no se detuvo y siguió impugnando las acciones apaciguadoras del presidente Tebboune, la falta de un liderazgo político claro y organizado le quitó posibilidades de conseguir cambios palpables o de imponer un intermediario con las fuerzas gubernamentales. La gran cantidad de movimientos y partidos que confluían en el hirak, cosa que en un primer momento le dio una gran representatividad y fuerza, resultó a la larga ser también una debilidad. La presencia de islamistas dentro de las manifestaciones servía de justificativo para las acciones represivas del gobierno, a la vez que desalentaba cualquier iniciativa de los manifestantes por sacar al FLN del gobierno, ante los recuerdos de la guerra civil de 1991-1999 y de hechos como los acontecidos en Egipto u otros países árabes luego de la “Primavera” de 2011, donde grupos fundamentalistas supieron aprovechar el vacío de poder generado por las protestas para fortalecerse políticamente (Serres, 2021).

2021: vuelven las protestas

El comienzo del 2020 pareció traer algo de calma a la situación política argelina. Las protestas comenzaron a decrecer y la pandemia de COVID-19 supuso una pausa para el hirak, ante las medidas de aislamiento que implementó el Gobierno. Tanto fue así que el presidente Abdelmayid Tebboune consideró que la situación estaba superada al decir que las principales reivindicaciones del hirak habían sido satisfechas: “En la calle las cosas empiezan a calmarse. (…) Los miembros más destacados del antiguo régimen ya han dejado el poder, y se ha iniciado la lucha contra los que han puesto la economía de rodillas. Quedan aún las reformas políticas. Esa es mi prioridad y estoy decidido a ir lejos en el cambio radical para romper con las malas prácticas, moralizar la vida política y cambiar la forma de gobernar (…) No se puede reformar, reparar y restaurar en dos meses todo lo que ha sido destruido durante una década” (Peregil, 2020).

Sin embargo, el segundo aniversario del inicio del hirak trajo consigo el retorno de los manifestantes a las calles. Tras 11 meses de letargo a causa de la pandemia, el 22 de febrero de 2021, miles de personas marcharon en las principales ciudades de Argelia con los mismos lemas que ya se oían dos años antes: “Ladrones, se han tragado el país”, “Por un Estado civil y no un régimen militar”, “Estamos hartos de generales”, “Justicia independiente”. Al concluir la protesta se oía: “Mañana, con los estudiantes”. Y al día siguiente decenas de universitarios volvieron a marchar en el centro de la capital, aunque fueron dispersados por la policía. Varios estudiantes fueron detenidos, pero al final de la noche ya habían sido todos puestos en libertad, según informó el Comité Nacional por la Liberación de Detenidos (CNLD) (Peregil, 2021).

Frente a esta situación, Tebboune anunció una reorganización limitada del gobierno y firmó un decreto que disolvió el parlamento, despejando el camino para elecciones anticipadas. Además, anunció indultos que llevaron a la liberación de decenas de activistas del hirak, entre ellos el periodista Khaled Drareni, que se convirtió en un símbolo del movimiento (Africanews, 2021). Tebboune, en un discurso televisado para toda la nación, aseguró “haber escuchado las críticas de los ciudadanos” al elenco gobernante, que lo incluye y agregó que “el bendito hirak salvó a Argelia. Decidí conceder el indulto presidencial a una treintena de personas por las que se había dictado una decisión judicial, así como a otras para las que no había veredicto. Entre 55 y 60 personas se unirán a sus familias” (La Nación, 2021).

Con respecto a la cuestión del relevo generacional que tendrá que encarar la clase dirigente argelina, Tebboune dijo que “los jóvenes deben integrarse en las instituciones políticas, y tenemos que ayudarles, y nosotros les ayudaremos haciéndonos cargo de gran parte de la campaña electoral” (Europa Press, 2021). Esta cuestión se muestra con especial importancia, considerando también que Tebboune ya tiene 75 años y recientemente ha tenido problemas de salud: los cuatro meses previos al nuevo estallido del hirak, estuvo en Alemania recibiendo tratamiento médico después de contraer COVID-19 (Reuters, 2021).

Es claro que va a ser imposible para la clase dirigente argelina volver a una situación previa al hirak. El cuestionamiento al FLN es ahora más fuerte que nunca en la historia de Argelia y, si se quiere que esta crisis desemboque en una solución pacífica, se tendrán que implementar cambios de envergadura. No basta con cambiar nombres, se requiere un cambio profundo de todo el funcionamiento del régimen político. A su vez, se tendrá que solucionar la grave crisis económica que atraviesa el Estado árabe, producto del gran descenso de los precios del petróleo, y que se agravó en el último año por la pandemia de COVID-19.

Mientras el destino de esta nación africana es todavía una gran incógnita, todos los viernes se repiten las protestas con un mayor número manifestantes. A su vez, la represión también va en aumento. El régimen hasta ahora evitó llevar a cabo ataques de gran envergadura contra los opositores (seguramente tomando en cuenta que esto produjo en los casos de Libia, Siria y Egipto una radicalización de la protesta), pero los organismos internacionales, como la Organización de Naciones Unidas (ONU), ya han levantado voces de alarma por la situación de los Derechos Humanos (Reuters , 2021).

El pasado reciente de la “Primavera árabe” arroja muchos ejemplos acerca de qué podría depararle el futuro a Argelia. Sin embargo dependerá del pueblo argelino resolver esta crisis y poner a su nación en un mejor rumbo.


Bibliografía

Africanews. (27 de febrero de 2021). Algeria anti-govt protesters hit streets after year-long hiatus. Africanews.

Brieger, P. (2010). Qué es Al Qaeda: terrorismo y violencia política. Buenos Aires: Capital Intelectual.

Europa Press. (18 de febrero de 2021). El presidente de Argelia disuelve el Parlamento y anuncia elecciones parlamentarias anticipadas. Europa Press.

González, A. (29 de Abril de 2019). La economía también juega su papel en la crisis de Argelia. El País.

La Nación. (18 de febrero de 2021). Argelia: tras fuertes protestas, disuelven el Parlamento y convocan a elecciones anticipadas. La Nación.

McDougall, J. (6 de abril de 2019). How Algeria’s army sacrificed a president to keep power. BBC News.

Meneses, R. (2 de noviembre de 2019). Argelia aprueba una nueva Constitución lastrada por una abstención histórica. El Mundo.

Meneses, R. (1 de Noviembre de 2019). Argelia vota en referéndum una nueva Constitución para limitar a dos los mandatos presidenciales. El Mundo.

Meneses, R. (13 de diciembre de 2019). Masivas protestas contra la elección de Abdelmayid Tebune como nuevo presidente de Argelia. El Mundo.

Peregil, F. (24 de Febrero de 2019). La policía reprime en Argel una manifestación contra Buteflika. El País.

Peregil, F. (22 de febrero de 2019). Miles de argelinos se manifiestan contra el quinto mandato de Buteflika. El País.

Peregil, F. (21 de febrero de 2020). El rumbo incierto de la protesta en Argelia. El País.

Peregil, F. (23 de febrero de 2021). Las protestas masivas contra el régimen vuelven a llenar las calles de Argelia. El País.

Reuters . (6 de marzo de 2021). In revival of street movement, Algerians protest for second Friday. Reuters .

Reuters. (21 de febrero de 2021). Thousands rally in Algiers on second anniversary of protest movement. Reuters.

Rouaba, A. (3 de marzo de 2019). Ola de protestas en Argelia: la indignación por la candidatura a la reelección de Buteflika, el misterioso presidente ausente. BBC News.

Serres, T. (22 de febrero de 2021). Is Algeria’s Hirak dead? Al Jazeera.

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