Conflictos de información
Por Juan Cruz Mazzetti
El martes 21 de julio el gobierno de Washington anunció el cierre del consulado chino en Houston, Texas, ante las sospechas de que dicha representación era un centro de espionaje desde el cual el país asiático obtenía información valiosa sobre temas sensibles. Específicamente se hizo referencia a secretos sobre el desarrollo de la vacuna contra el coronavirus por parte de empresas estadounidenses. Ante esta decisión, los empleados del consulado prendieron fuego documentos e impidieron el ingreso de los bomberos. Finalmente, fuerzas federales estadounidenses allanaron el consulado chino el viernes 24 de julio y china respondió con el cierre del consulado de Estados Unidos en Chengdu, provincia de Sichuan.
Cabe recordar que un mes atrás el gobierno de Australia denunciaba una intromisión en sus servidores estatales, tras el cual las agencias de inteligencia australianas dedujeron que, debido a las características de los ataques cibernéticos, los mismos provenían de un agente estatal y finalmente culparon al gobierno de Pekín, el cual desmintió tal operación.
El jefe de la diplomacia de Estados Unidos, Mike Pompeo, declaró que las “naciones libres” del mundo que se comprometan a triunfar sobre la amenaza de lo que consideró una “nueva tiranía” del gigante asiático. “Hoy China es cada vez más autoritaria en su país y más agresiva en su hostilidad hacia la libertad en cualquier otro lugar”. En sintonía con dicho discurso, Washington pone la lupa sobre la intromisión china en el gobierno de Hong Kong, territorio sobre el cual se aplicó una nueva ley seguridad que, según los analistas occidentales, significa una intromisión en la libertad individual de los ciudadanos de esa región.
China, por su parte, venia denunciando la venta de armas que la empresa norteamericana Lockheed Martin había realizado a Taiwán, isla cuya soberanía todavía reclama. En diciembre de 2019, Washington expulsó a dos diplomáticos chinos sospechosos de espionaje y entre ambas naciones han prohibido el ingreso de periodistas a su territorio. A su vez, el consulado que China cerró en Chengdu también sirve de enclave de escucha de Estados Unidos sobre avances de Tíbet, donde los esfuerzos del Partido Comunista para reprimir la disidencia han sido durante mucho tiempo un foco de tensiones con Occidente.
Dentro de este contexto, en el cual la probabilidad de una bipolaridad sino-estadounidense es cada vez mayor, se vuelve evidente la importancia del control de la información para obtener ventajas sobre el rival. En este caso, la interdependencia económica entre ambas potencias hace impensable un conflicto directo, lo cual no significa que el cuadro de situación esté exento de provocaciones como las mencionadas anteriormente. Posiblemente, el poderío militar de Estados Unidos, aun no disputado por la potencia asiática, le permita mayores márgenes de maniobra para vender armas a Taiwán y no le permita a China realizar una acción del mismo calibre, por ejemplo en América Latina, pero esto genera que el espionaje adquiera todavía más relevancia.
La disputa recientes sobre temas tecnológicos para competir en el predominio sobre las redes 5G y las sanciones de Washington sobre la empresa Huawei, acusada también de espionaje empresarial forman parte del mismo fenómeno. No es nuevo, son nuevas las tecnologías, pero la esencia de los mensajeros, los códigos cifrados durante las guerras mundiales y los agentes secretos se renuevan en un mundo donde los datos se transmiten de forma digital.
En consecuencia, es necesario considerar la relevancia de la información que los estados obtienen a través del espionaje, ya sea para poder influir en otros estados o en las personas de manera individual. Desde la filtración de decisiones gubernamentales, el robo de propiedad intelectual a las empresas y el análisis de consumos y comportamientos de una población; el poder de las potencias se apoya en gran parte sobre su capacidad de realizar operaciones de inteligencia.