La desintegración latinoamericana lo hizo de nuevo
Por Santiago Toffoli
Por primera vez en la historia, el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) será presidido por un estadounidense. Mauricio Claver – Carone, un integrante del ala dura del Partido Republicano, dirigirá los destinos de la entidad financiera del sistema interamericano desde el 1 de octubre. ¿Por qué fue posible? ¿Habrá consecuencias para Argentina, que encabezó la resistencia ante la ofensiva de Trump?
Rompiendo tradiciones
Desde su creación en el año 1959, el BID fue presidido por latinoamericanos: el chileno Felipe Herrera; el mexicano Antonio Ortiz Mena; el uruguayo Enrique Iglesias y el colombiano Luis Alberto Moreno. Estados Unidos se aseguraba un lugar de preponderancia, influencia y veto mediante el asiento de la Vicepresidencia Ejecutiva y los votos que le proporcionan el 30% del capital del Banco que aporta Washington.
En este particular 2020, debían celebrarse elecciones para elegir un nuevo Presidente. Costa Rica había impulsado la candidatura de la ex Presidenta Laura Chinchilla, mientras que Argentina propuso a Gustavo Béliz, el actual Secretario de Asuntos Estratégicos del gobierno de Alberto Fernández. Sin embargo, no contaban con que Donald Trump elegiría el camino de romper la tradición promoviendo a Mauricio Claver – Carone.
Son varias las razones que empujaron a Trump a tomar esta decisión. En primer lugar, las elecciones presidenciales de Estados Unidos. Si hay alguien que representa al lobby anti castrista del Estado de Florida, ese es Claver – Carone. Asesor de Asuntos Hemisféricos, descendiente de cubanos y nacido en Miami, ha sido un actor clave para motorizar políticas agresivas de la Administración Trump hacia Cuba y Venezuela. Es hijo político del Senador Marco Rubio, un muy influyente dirigente del Partido Republicano.
Florida es uno de los denominados “Estados pendulares”. Son aquellos distritos donde las lealtades republicanas o demócratas no prevalecen claramente, dando lugar a cambios en los resultados electorales dependiendo los comicios. El impulso de la candidatura de Claver – Carone es un esfuerzo de Trump para asegurarse los votos del “Sunshine State”.
El frente externo también influye. Hoy, la República Popular China es el principal socio comercial de varios países de América, además de tener una gran cantidad de inversiones en proyectos de infraestructura y de energía. Volver a ocupar espacios de relevancia en el tablero continental tributa a la estrategia de contención que despliega Estados Unidos en el continente, ante el avance chino.
Un último punto tiene que ver con el estilo de conducción que tiene Donald Trump y que le ha imprimido a su Gobierno. La imprevisibilidad, el elemento sorpresa y romper acuerdos para generar otros más acordes a sus intereses, son características que hemos visto a lo largo de su mandato.
Adhesiones inmediatas y voces en contra
A pesar de que Claver – Carone debía disputar la elección con Chinchilla y Beliz, solo con el anuncio de su candidatura se movilizaron las adhesiones y se reunieron las voluntades para entregarle la Presidencia del BID.
En un sistema de voto dual que contempla mayoría de países y mayoría de votos proporcionales a los aportes de capital, el candidato norteamericano tenía la elección asegurada debido a que los países alineados con la política exterior estadounidense dieron el sí rápidamente. Brasil, Colombia, Ecuador y Bolivia, aliados incondicionales de Washington, anunciaron que votarían por Claver – Carone junto con la mayoría de los países centroamericanos, ubicados históricamente bajo la influencia de Estados Unidos. Como para abultar más el marcador, hubo otros actores inesperados que se plegaron al avance norteamericano, como fue el caso de Uruguay, y otros que ni siquiera deberían votar pero igualmente ejercieron ese derecho, como la representación venezolana que está en manos de la oposición liderada por Juan Guaidó.
Poco valieron las voces en contra que se extendieron por todo el continente, anunciando el riesgo que significa para América Latina que la elección del BID haya quedado a merced de los intereses individuales de los Estados Unidos. Una de las muestras de ese descontento fue el comunicado que firmaron varios ex presidentes latinoamericanos, manifestándose contra la posición esgrimida por Estados Unidos. El documento fue firmado por Ernesto Zedillo, Fernando Henrique Cardoso, Julio María Sanguinetti, Juan Manuel Santos y Ricardo Lagos. Al ver los firmantes, se puede advertir que sería inútil una acusación de chavistas o revolucionarios.
Otro ejemplo fue el documento que firmaron los cancilleres argentinos del periodo democrático. Desde Cavallo a Faurie, pasando por Taiana, Bielsa y Malcorra, todos se manifestaron en contra de romper la tradición de la presidencia latinoamericana del BID. Estos hechos echan por tierra el criterio ideológico del posicionamiento argentino.
No obstante, por más que haya ex presidentes o cancilleres que le otorguen valor a las tradiciones diplomáticas, han pesado más los condicionantes reales y los alineamientos actuales que esgrimen los actuales funcionarios. Un signo que muestra el estado actual de fragmentación y de falta de unidad que vive la región.
Resistencia argentina
Si bien la elección estaba definida, Argentina diseñó una estrategia para evitar que el futuro del BID quede atado a la voluntad personal de Trump de retener la presidencia: no dar quorum. Si Argentina lograba que el 25% de los países no asista a la votación, la misma se pospondría, evitando así la influencia del proceso electoral norteamericano del 3 de noviembre.
La jugada argentina comenzó a ser posible por dos apoyos inesperados: los países de la Unión Europea y el Chile de Sebastián Piñera. Josep Borrell, el Representante de Asuntos Exteriores de los 27 países de la UE, movilizó las voluntades para que los países que tienen representación en la Asamblea de Gobernadores del BID no den el quorum necesario para votar. Con Chile, los europeos, Argentina, México, Nicaragua y Costa Rica, la postergación tendría éxito.
No obstante, comenzaron las presiones. Primero, el mismo Claver – Carone comenzó a acusar a Argentina de querer “secuestrar la elección”. Nuestro país ya había sido testigo del modo agresivo que caracteriza al representante norteamericano cuando el 10 de diciembre de 2019 se retiró abruptamente de la ceremonia de asunción de Alberto Fernández al ver que se encontraba la delegación de Venezuela.
Días mas tarde, Costa Rica declinó la candidatura de Chinchilla, lo cual supone posibles presiones de Estados Unidos en el país centroamericano, y dando lugar a una disputa asimétrica entre Claver – Carone y Béliz. El golpe de gracia lo dio México, cuando anunció que finalmente daría quorum aunque no votaría en favor del candidato norteamericano. Aunque pueda haber acusaciones contra el gobierno de López Obrador por este cambio de postura, hay que tener siempre en cuenta que difícilmente haya un país en el mundo que reciba más influencia de los Estados Unidos que México. Ya lo dijo Porfirio Díaz en su momento, cuando exclamaba lo lejos de Dios que se encuentra el país azteca.
Lo cierto es que esto implicó que Argentina retire la candidatura de Beliz, a sabiendas que se había vuelto obsoleta y manifestando “la coincidencia con respetadas y múltiples voces que expresaron la inconveniencia para América Latina y el Caribe de vulnerar una tradición de gobernanza regional”.
Conclusiones
La ofensiva de Estados Unidos en torno al BID obedece a razones de índole interna y externa. Las elecciones presidenciales, el peso electoral de Florida, la presencia económica de China y el disciplinamiento de los países de la región han impulsado a la Administración Trump de salir de la conducción de facto del BID y posicionarse clara y explícitamente como la potencia regional que es, aunque implique romper una tradición de 60 años.
Si bien se han alzado voces en contra de esta ofensiva norteamericana, el alineamiento de numerosos países latinoamericanos ha sido casi automático, inclinando la cancha rápidamente en favor de Claver – Carone. Sin embargo, no es la presencia de gobiernos de derecha o centro derecha lo que ha posibilitado el éxito de la estrategia de Estados Unidos, sino la falta de unidad en la región. La fragmentación latinoamericana ha impedido elaborar una estrategia conjunta que vaya en pos de los intereses de la región, dejando la conducción del BID a merced de los intereses individuales de los Estados Unidos.
Argentina, que encabezó la resistencia en este proceso, ha sufrido una derrota diplomática que se relativiza por 3 razones.
La primera es que Argentina no ha quedado aislada. México, Costa Rica, Nicaragua, la UE y gobiernos de otro signo político como el de Piñera o el de Vizcarra en Perú, se han abstenido en la votación y dejaron en claro que no hay un apoyo unánime a la conducción de Claver – Carone. La segunda es que se ha defendido una postura tradicional, dejando en claro que los principios diplomáticos han de ser defendidos desde el Palacio San Martin, aunque no se pueda decir lo mismo de otros países. Por último, esta derrota no es tan grave debido a que no hace falta esperar una hostilidad por parte de los Estados Unidos contra nuestro país por esta postura de resistencia. La Administración Trump ha contribuido a la campaña de reelección de Mauricio Macri, pero asimismo ha aportado para que el Gobierno de Fernández pueda encauzar las negociaciones de la deuda externa. Es esperable un retroceso de los proyectos del BID en nuestro país, pero no una postura hostil que pueda poner en juego la estabilidad política y económica argentina en un contexto muy delicado.
El propio perfil de Claver – Carone es una mala noticia para nuestra región. Sumamente motivado por su postura ideológica ultraconservadora, el Presidente del BID utilizará la institución como punta de lanza contra la presencia de China en la región y los gobiernos de Cuba y Venezuela. Esas dos son las únicas certezas en un contexto de pandemia, crisis económica, y elecciones en los Estados Unidos que pueden dar lugar a un triunfo demócrata que choque con la visión del funcionario republicano.