Un nuevo pacto social

Por Emilio Pereyra Salvetti

Mucho se habla de la situación “post-pandemia” y de los modelos económicos y medidas que, potencialmente, podrían estar en la mira [1]. De hecho parece ser un momento casi inédito donde se prioriza una salida estratégica de la crítica situación, y donde no se opta por la improvisación política y económica. 

Ahora bien, lo que deje la pandemia (o de momento la cuarentena) será una situación en extremo critica. No hay que negarlo. Nuestros números se asemejaran a nuestros peores índices sociales propios a la crisis post-convertibilidad. Pero hay un punto de bifurcación respecto a esta última, y es la complejidad de la misma.

Se recordara que la crisis que estalla en 2001 fue en realidad una conjunción de factores problemáticos: balance de pagos en rojo, crisis de deuda (nacional e interprovincial), anexión a tipo de cambio fijo y la proliferación caótica de múltiple cuasi monedas a lo largo y ancho del territorio, aluvión importador, etc. La crisis en tránsito, por el contrario, con toda su dificultad en el plano interno (default de deuda seleccionada, desorden macro económico, escasez de divisas, sector industrial en quiebra), en realidad, tiene características que la hacen, si se quiere, algo más lineal (más no simple) de sortear:

1) Nosotros no somos el problema, el problema está azotando al mundo. ¿Qué quiere decir esto? Que, inclusive, a diferencia de la Crisis “Subprime” de 2008, esta crisis tiene la característica de ser homogeneizante. Es decir que, de presentarse una recuperación, nosotros nos indexamos a esa recuperación (principalmente por ser proveedores de materia prima).

2) Si bien queda empíricamente demostrado que el problema esencial es la pandemia (caída de valores en bolsa, caída de economías tanto desarrolladas como no desarrolladas, pérdida de vidas humanas), la cuarentena (es decir, la perdida de consumo por abstención) es un mecanismo que, a fin de asegurar el derecho humano básico, el derecho a la vida, priva al sistema de un correcto funcionamiento económico.

Entonces, ¿Por qué es “algo más lineal”? Porque, de momento, todo indica que, para comenzar el sendero de la recuperación, solo se necesitara abrir la cuarentena y comenzar a recuperar el consumo. Esto generará (por tracción) la ocupación de la capacidad ociosa instalada y permitiría, en el corto, una recuperación considerable. Por otro lado, una pronta reestructuración de deuda establecería un marco financiero más relajado y con menos tires especulativos, y una parcial devaluación con mayor capacidad impositiva (en carácter de excepcionalidad) permitirá una mayor recaudación para gastos corrientes.

Ahora, lo que hay que entender, es que este “efecto rebote” de crecimiento (que a grandes rasgos y salvando las abismales diferencias) en la coyuntura del 2001 tuvo lugar en el transcurso de casi 3 años, hoy tendría lugar en 1 año o quizás menos.

Los grandes cambios en orden y armonía: una visión peronista

Los grandes cambios, bajo el manto del orden y la armonía, es lo que en la politología más elemental se conoce como “reforma”. Que es, en el fondo, lo que el mismo Perón se propone decir, cuando expresa:

“Nuestra Revolución, que está en marcha, se cohesiona detrás de cosas demasiado sagradas para sucumbir. Nuestros emblemas son: dios, la patria y la justicia social. […] La lucha destruye los valores, los hombre y las sociedades.” JD Perón (1948). “Doctrina Peronista, Filosofía Política y Social”, 40.

Si bien, hoy es anticuado hablar de “revolución” (al menos en términos literales), es imperante tomar la esencia de ese fragmento: cambios sin destrucción de estructuras.

Cuando la tan esperada “recuperación” asome cabeza (esperada para finales de 2020), hay que estar preparados para el despegue. Sera de una recuperación radical, con un movimiento de curva cuasi vertical y con una dinámica económica avasallante. Pero también traerá aparejados grandes cambios sistémicos (básicamente transitar de una economía con bases especulativas a una con bases productivistas). De allí, que lo que se debe evitar por todos los medios, es que se desmonten, por efecto de la inercia del crecimiento mismo, las estructuras sociales. Es decir: mantener el orden y la armonía.

Es que con la actual situación del pueblo argentino (entiéndase: golpeado, hambreado, desempleado, etc.), un crecimiento brusco no coordinado, podría traer aparejado un modelo de acumulación absolutamente a-simétrico (favoreciendo, eventualmente: la concentración oligopólica, un nuevo retroceso de los asalariados en el PBI, e inclusive comenzar a solidificar una, indeseada, pobreza estructural); y de esa forma, fagocitar la violencia social y el descontento popular aún más.

Un Nuevo Pacto Social

Podemos ahora avanzar libremente a nuestro instrumento práctico que garantizaría preservar el orden y la armonía, previo al despegue, y esto es: un pacto social. Mejor dicho, un Nuevo Pacto social.

No sería la primera vez en estos años que se habla de Pacto Social. En realidad la propia vicepresidenta Fernández de Kirchner en su campaña del año 2019 hablo, en más de una oportunidad, de construir un nuevo “acuerdo social”; y el propio Presidente de la Nación, ya en cargo, firmó (con motivo de la sanción de la Ley de Solidaridad) el “Compromiso Argentino por el Desarrollo y la Solidaridad”, una suerte de consenso entre actores respecto a temas de índole más generales, pero con una clara referencia a nuestro instrumento en cuestión. 

Pero antes que nada, ¿Que se entiende por pacto? No es ni más ni menos que un “acuerdo entre partes”. Un acuerdo con objetivos comunes, e intereses amoldados a estos, y que requiere, lógicamente, obediencia (no es mera intencionalidad). ¿Por qué social? Porque “las partes” representan a los principales actores del entramado social.

¿Es un artilugio teórico? No, como bien acabo de aclarar, es un instrumento esencialmente práctico, y de hecho, no sería la primera vez que se habla de Pacto Social en Argentina.

El año 1973 fue, sin lugar a dudas, uno de los años con mayor cantidad de política de la historia argentina. También fue el año en que, por primera vez, se habló de Pacto Social. Fue firmado el 8 de junio por los miembros de la CGT y la CGE (y UIA), su contenido tenían como objetivo concertar la política económica nacional entre los tres sectores clave de la economía: el Estado, la industria y los sindicatos. Fue pilar fundamental para controlar el aspecto de precios en la economía (salarios y precios relativos). El proyecto fue relativamente exitoso durante casi 1 año, hasta que las vicisitudes y las pujas políticas dentro y fuera del gobierno dieron por finalizada la experiencia. Pero, si de algo podemos estar seguro, es que tanto Gelbard, como Rucci, como Campora (bajo la sombra de Perón) entendieron que era factible, y conveniente, un entendimiento entre sectores corporativos para construir mancomunadamente.

Pasados casi 45 años de aquella experiencia, queda por preguntar ¿es factible hoy un entendimiento sectorial? Más que factible, diría necesario. Si bien hoy no hay que institucionalizar a ningún sector político excluido, ni hay que soportar explícitamente la injerencia y el hostigamiento de la CIA y el Departamento de Estado, si, como acabamos de aclarar, hay que conducir y planificar el crecimiento. Hay que evitar la violenta puja distributiva y la guerra corporativa que se podría dar en el inminente “efecto rebote” de la curva.

La historia nos hace aprender de nuestros errores, y aprovechar nuestras virtudes, legándonos instrumentos impresionantemente útiles, aprovechémoslos.

Viejos conocidos

Los sectores corporativos que hoy, basados en su capacidad de articulación y poder, deberían acordar para construir un futuro organizado, serían los siguientes:

– Sector empresarial
– Sector sindical
– Sector patronal
– Sector mediático

Dichos sectores tienen su representación efectiva en: Grupo Patronal de los Ocho (Sociedad Rural Argentina, Unión Industrial Argentina, Cámara Argentina de Comercio, Cámara de la Construcción, Bolsa de Comercio, Asociación de Bancos Privados de Capital Argentino, y Asociación de Bancos de la Argentina) por un lado; la CGT (Confederación General del Trabajo) por otro; y, por último, al Grupo Clarín.

Si bien es cierto que en esta lista hay históricos rivales y enemigos políticos del peronismo, es esencial y fundamental acordar con estos sectores que mueven parámetro y termómetro en la sociedad civil y en la micro-macro economía del país. De hecho, dejar afuera uno de estos actores podría dinamitar todo el proceso. Porque,

“La organización del Estado moderno, o sea la nación jurídicamente organizada, exige un absoluto ajuste de todos sus resortes. Si uno solo de sus engranajes no funciona dentro de la armonía total, la maquina ha de sufrir en su marcha, y hasta ha de llegar a detenerse” JD Perón (1948). “Doctrina Peronista, Filosofía Política y Social”, 71.

Modo de articulación

Recapitulemos hasta ahora, tenemos nuestro objetivo: mantener el orden; nuestro modo: planificar el inminente efecto rebote de crecimiento de la economía; nuestro actores: principales sectores sociales; y de hecho, también tenemos el cómo: un pacto. Ahora bien, ¿en qué consistiría, precisamente, este pacto?

A estas alturas me parecería redundante marcar que, al menos los actores en el plano político, económico y social en nuestros días se ven movido por las más weberiana “acción con arreglo a fines”. Y es que en realidad, no está mal que así lo sea. La política es la continuación de la guerra por otros fines, de allí que sea la encarnizada lucha por intereses contrapuestos, ergo, la política es el arte de lo posible. Es decir, el empresariado pretenderá aumentar su tasa de retorno por inversión, el sindicalismo tratara de aumentar la participación del asalariado en la composición final del PBI, el sector patronal de aumentar su renta extraordinaria, y el sector mediático de vender su producto y aumentar su audiencia.

Entendiendo que vivimos en un plano francamente hostil, la respuesta a nuestra pregunta “¿Cómo efectivizaremos el pacto?”, es: con coordinación y sincronización. Y es que,

“No es posible la prosperidad de un gobierno sin la íntima coordinación con los órganos de la acción y de la vida. [ …] Una nación es una cosa viviente, no una máquina. Una sincronización de cada uno de los organismos del gobierno invitara en lo futuro, que los beneficios conseguidos por un lado queden neutralizados por otro, en la persecución de un equilibrio, que no es precisamente ese equilibrio de bienestar, que nosotros buscamos en esta lucha sin tregua en que estamos empeñados. No combatimos la riqueza ni el capital: buscamos una justicia retributiva, y pondremos una energía inexorable a la explotación del hombre por el hombre”. JD Perón (1948). “Doctrina Peronista, Filosofía Política y Social”, 72.

Planificación en acción

Desde el humilde punto de vista de quien le escribe, un modus operandi, para sortear este primer año mediante nuestro ya explicado Pacto Social, debería ser:

Un acuerdo pentagonal, por un lado, entre gobierno – CGT – UIA – CAC – CAS FASA: tanto Daer, Acuña, como Acevedo, Di Fiori, y Palpacelli deberán sentarse frente a frente y establecer: una plan de salarios y actualizaciones acorde; precios máximos y parcial congelamiento de precios de mercadería durante un determinado tiempo; prohibición de despidos; un nuevo plan de créditos por parte del Estado; ocupación ordenada de la capacidad ociosa industrial; planes de consumo por parte del gobierno; consolidar un “Programa de Compre Nacional” que potencie el desarrollo y la consolidación de las empresas argentinas[2]; convocar un “Congreso de Productividad y Bienestar General” que tendrá que proponer políticas sectoriales que permitan incrementar la competitividad sistémica de la economía[3], y un largo etcétera. Por su parte el empresariado y el comercio, gozaran el “efecto consumo” que, indefectiblemente, comenzara a traccionar por aumento de demanda, proporcionando ganancias acordes a las que perdieron. De todas formas, en este proceso, se deberá consolidar un Consejo que calcule costos de la economía y de la producción a fin de establecer ganancias lógicas entre actores[4].

Un acuerdo bilateral entre gobierno – SRA: sin duda, el área donde más dificultad encontrará el gobierno. Sin rodeos, la aplicación de aranceles, en términos de derechos a las exportaciones, será de una importancia estratégica para el aprovisionamiento de divisas y para disociar los precios internos evitando paridad de exportación. Para poder construir consenso entre el Estado y la mesa de enlace agraria, en realidad se debe tomar una variable independiente para poder esbozar un plan, y esta es: la incertidumbre. Si bien es cierto que el despegue de la economía (tarde o temprano) se efectivizara, no sabemos, a ciencia cierta, en que precios se encontraran los commodities en el mercado mundial, y mucho menos si respetaron un patrón constante. De allí que, si bien los aranceles aumentaron relativamente en este primer año, se deberá comenzar a discutir (nuevamente) la posibilidad de la aplicación de “retenciones móviles”. ¿Por qué? Porque se indexara a los precios mundiales y evitara una constante que podría, eventualmente, perjudicar a los mismos propietarios. Ahora bien, para evitar errores del pasado, se debería levantar el piso de “aranceles mínimos” y eventualmente discutir anexos y excepciones. Pero el propietario deberá entender que no está frente a un escenario similar a 2002-2010, esos tiempos pasaron, y la comodidad de precios predecibles ha quedado en el pasado.

Acuerdo bilateral entre gobierno – sector mediático: sin pelos en la lengua, Grupo Clarín. Es decir, el formador de opinión publica por excelencia. Es histórico el enfrentamiento entre este Grupo con el Peronismo. ¿Qué es lo que más le convendría a ambas partes? Mantener el “status quo”. Un ataque frontal al monopolio mediático seria la guerra declarada y, francamente, no veo muchas posibilidades de una victoria por parte del oficialismo. Tampoco se debería estar dispuesto a ceder mercado, por parte del Estado, en el área. Por lo que establecer un Pacto que implique un “status quo”, al menos por dos años, que garantice una efectiva gobernabilidad.

Conclusiones

Una efectiva aplicación de este esquema de triple-acuerdo, conformando un amplio Pacto Social, garantizaría sin lugar a dudas una post-pandemia mucho más ordenada que el laissez faire, laissez passer que implicaría dejar al azar el inminente crecimiento económico.

De lo que se trata es priorizar la estrategia, la planificación, la consistencia, y por sobre todas las cosas: la factibilidad, de forma tal que, la consigna “todo en su medida, y armoniosamente”, sea conmutativa a cualquier coyuntura critica que avasalla los destinos de la patria, y marque el rumbo para superarla.

[1] https://pensarfuturo.com.ar/planificacion-en-accion/

[2] “Propuesta Económica desde una Visión Justicialista” (Challu; Moreno), en: usinadepropuestas.com.ar/?p=5746

[3] Idem.

[4] Para una mayor interiorización ver: teoría del valor objetiva, respectiva a la teoría clásica. El trabajo del hombre-mujer como determinante del valor.

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