Bolivia: del Golpe a nuevas elecciones
por Lorenzo Barrios
Luego del golpe de Estado llevado a cabo a fines del año pasado contra el presidente constitucional Evo Morales, el cual tenía mandato hasta enero de este año, se ha conformado un gobierno de facto presidido por Jeanine Añez con el único fin de llamar a nuevas elecciones. Pero el camino hacia los nuevos comicios está atravesado por una situación política que genera dudas sobre la total transparencia de la próxima votación
En unos pocos días la situación política boliviana vivió un giro de 180 grados. Luego de varios años en el poder del MAS, a pesar de haber perdido el referéndum que le habría posibilitado una reforma constitucional, Evo buscó una habilitación vía sistema judicial para repostularse. Las elecciones resultaron favorables al oficialismo, el cual obtuvo un triunfo en primera vuelta. La derecha pareció no tolerar esto y lanzó unas protestas feroces que culminaron con la el golpe de Estado.
Luego de ello, tras una persecución a los dirigentes y a sus familias, motivo por el cual tuvieron que presentar sus renuncias, se constituyó un gobierno de transición encabezado por la senadora derechista Jeanine Añez, el cual debería tener como único deber convocar a nuevos comicios. Pero las nuevas autoridades, carentes de legitimidad popular, se excedieron en sus funciones y comenzaron a borrar el legado de la anterior administración.
Se han tomado medidas contracíclicas en varios ámbitos. En política exterior resalta la salida de la ALBA TCP, dejando en este bloque sólo a Venezuela y a Cuba. Por otro lado, la ruptura de relaciones diplomáticas con esta última nación también marca un antes y un después en las relaciones exteriores bolivianas. En el campo económico, medidas liberalizadoras como la liberación de exportaciones ponen en riesgo los logros económicos alcanzados en los últimos años, los cuales son reconocidos por instituciones internacionales.
Pero la historia no termina aquí ya que finalmente se determinó que el 3 de mayo se llevarán adelante los nuevos comicios, en los cuales, luego de muchos años, no aparecerán como aspirantes a los supremos cargos ni Evo Morales ni Álvaro García Linera, si bien el primero logró, a pesar de algunas trabas de las autoridades, inscribirse como candidato a senador.
¿Qué está realmente en juego?
De ambos lados se están preparando para el 3 de mayo. Por un lado, el Movimiento al Socialismo (MAS – IPSP) presentó la fórmula Arce-Choquehuanca, buscando atraer a las clases medias descontentas sin perder las raíces campesinas. Luis Arce fue ministro de economía y a él se le atribuyen los logros económicos que se cristalizaron en una de las tasas de crecimiento más altas del continente. Hay una apuesta a ganar en primera vuelta.
Por el lado de los detractores del evismo, la situación es más compleja. Sorpresivamente, la presidenta interina anunció su candidatura presidencial (antes había afirmado que no buscaría competir) intentando unificar a varios sectores, lo cual, hasta ahora, no fue conseguido. Por otro lado, los “líderes cívicos” Camacho y Pumari, quienes tuvieron mucho que ver con el golpe, sellaron una alianza. En tercer lugar, Carlos Mesa, ex presidente del país también se presenta nuevamente con su partido comunidad ciudadana, expresión de sectores detractores pero no tan extremistas. También se inscribieron otras fórmulas con poca representación.
En los primeros días de febrero hubo un intento de unificar a estas fórmulas dispersas en una única que exprese la unidad de los sectores, el cual fue impulsado principalmente por el Comité Pro Santa Cruz, ligado a Fernando Camacho. Sin embargo, no hubo resultados positivos y facilita un potencial triunfo del MAS en primera vuelta.
Pero ¿Qué es lo que realmente está en juego? Durante los años de gobierno de Evo Morales se reconocieron múltiples derechos, sobre todo a sectores indígenas y campesinos, los cuales tradicionalmente estuvieron excluídos de las decisiones gubernamentales y no tuvieron demasiadas oportunidades. Esto cambió para bien desde el 2006, pero no fue bien visto por los sectores tradicionales.
En 2008 hubo intentos desestabiizadores en regiones gobernadas por opositores, las cuales impulsaron gobiernos autónomos en rechazo al proyecto de constitución del oficialismo, el cual posteriormente estableció el Estado Plurinacional de Bolivia. Durante los sucesos se generaron situaciones de extrema violencia y desestabilización, que incluyeron bloqueos de rutas y tomas de edificios gubernamentales. En los mismos hubo incluso una masacre en la que resultaron asesinados campesinos que apoyaban al presidente.
Pero en ese entonces Latinoamérica contaba con la UNASUR, organismo clave que supo resolver crisis políticas de manera rápida y con desenlaces que no atentaron contra los órdenes constitucionales de los países. La misma actuó, por ejemplo, en los levantamientos policiales que desestabilizaron al gobierno de Rafael Correa en Ecuador, con un nivel de efectividad admirable. Hoy, sin embargo, tras el ascenso de varios gobiernos de derecha en la región que vaciaron esta institución, no existe un ente capaz de dar respuestas a los problemas que aún siguen aconteciendo y con mayor gravedad. Hubiese sido de mucha utilidad en las actuales crisis de Chile y Ecuador, por ejemplo.
En estas elecciones está en juego todo un legado político de inclusión, de prosperidad económica con redistribución, grandes e impensados logros sociales, avances en infraestructura, entre muchas otras cosas. El clima electoral no es el mejor ya que el MAS sufre un constante hostigamiento político, lo cual permite dudar de la total transparencia de los comicios. Pero nada está totalmente dicho. Lo cierto es que esta fecha es importante para toda una región, en el contexto del viraje político de muchos países, Bolivia decidirá si sumarse a los países de gobiernos de derecha o si volver al eje de gobiernos de izquierda y centroizquierda.