¿Cómo funciona el sistema electoral estadounidense? Implicancias de las elecciones para el futuro del país

Por Camila Hernández

El 3 de noviembre hay elecciones federales en Estados Unidos. A través del Colegio Electoral se elige Presidente y Vicepresidente/a, 33 senadores y se renueva la Totalidad de la Cámara Baja, que cuenta con 435 representantes. Ahora bien, ¿cómo funciona este sistema electoral?

Elecciones parlamentarias y ejecutivas

Los miembros de las dos Cámaras, es decir, el Senado y la Cámara de Representantes, son electos por el electorado de forma directa, y estas elecciones legislativas coinciden con las del Ejecutivo o con la mitad del mandato de este, por lo que estas últimas se suelen conocer con el nombre de midterms, es decir ‘mitad de mandato’. Por norma general, el sistema electoral más frecuente es la división en distritos electorales que escogen un solo candidato, el más votado.

En cambio, el poder ejecutivo es escogido mediante elecciones indirectas cada cuatro años. Para llevar a cabo esta votación, se producen diversas etapas en el proceso. Primero se postulan una serie de personalidades de cada partido político para convertirse en el candidato de dicha agrupación a la presidencia. Este es el conocido como proceso de elecciones primarias, en que los partidos se sumen en ocasiones con más de un año de antelación respecto a las elecciones. En las primarias se elige al candidato de cada partido que formará parte de la contienda por la Casa Blanca.

Una vez hecho esto y tras los debates presidenciales oportunos, se celebran las elecciones presidenciales siempre el primer martes después del primer lunes de noviembre. Cada votante —que ha de haberse registrado previamente como tal— escoge su candidato favorito entre los que se presentan, pero esto no implica un voto directo para dicho candidato. En su lugar, esto se traduce en la elección de los compromisarios asignados a cada estado en función a su población. En 48 Estados el que gana por un solo elector gana la totalidad, salvo los casos de Maine y Nebraska, donde se hace una votación mayoritaria. Es decir, que en la mayoría de los Estados todos los compromisarios de un determinado estado van para el partido más votado en este estado, mientras que en los dos Estados mencionados se reparten de manera proporcional.

Existen diversas formas de votar, se puede hacer por voto electrónico, voto por correspondencia, con papeletas escenadas o máquinas electrónicas de grabación directa (DRE). En este sentido, la forma más controversial en estas elecciones es el voto por correspondencia, ya que el presidente Trump declaró en varias ocasiones que si la mayoría de las personas vota de esta manera es posible que haya fraude, aunque esto no esté demostrado empíricamente.

En total, se eligen 538 compromisarios que conforman el Colegio Electoral para expedir sus votos por uno u otro candidato, de los cuales se necesitan 270 votos para hacerse con la presidencia. Cada uno de estos representantes está escogido por los partidos políticos, por lo que el sentido de su voto se conoce de antemano, si bien no existe obligación constitucional de elegir al candidato que se espera y, en ocasiones, se han dado sorpresas cuando el compromisario de un determinado partido no ha votado por su candidato a presidente.

Este sistema de elección indirecta genera un desfasaje entre los llamados votos electorales y populares. El primero es el depositado por los compromisarios del ya mencionado Colegio Electoral, del que dependerá realmente la elección del presidente. El voto popular, en cambio, es el emitido por la ciudadanía; debido a que la mayor parte de los estados otorgan todos los compromisarios al candidato más votado y no los reparten de forma proporcional, la elección del voto popular no tiene por qué coincidir con el candidato vencedor. Esto fue lo que ocurrió en las elecciones de 2016, cuando Hillary Clinton ganó en el voto popular con un 48,2% de los votos, pero perdió en el Colegio Electoral al conseguir sólo 232 votos electorales, lo que le dio la victoria al candidato del Partido Republicano y actual presidente, Donald Trump. 

Las elecciones en clave estadual

Otro tema de interés para analizar el sistema electoral estadounidense son los llamados swing states o estados bisagra, que son aquellos Estados donde las encuestas electorales no dan una ventaja clara a ningún partido. Además, históricamente estos estados han ido oscilando entre el voto demócrata y republicano.

Por ello, en inglés también son conocidos como battleground states, es decir ‘estados campo de batalla’, ya que son decisivos para ganar las elecciones a nivel nacional. En contraste con los estados bisagra, aquellos donde los resultados son muy previsibles a favor de un partido son llamados safe states o ‘estados seguros’. California es considerado un estado seguro para los demócratas, que han conseguido sus 55 electores en todas las elecciones desde 1992, y Nebraska para los republicanos, que han ganado allí todas las elecciones desde 1968. Por el contrario, en las últimas décadas los swing states han dado victorias ajustadas a ambos partidos. Algunos de los estados que pueden ser considerados bisagra son: Arizona, Colorado, Florida, Georgia, Iowa, Míchigan, Nevada, Nuevo Hampshire, Carolina del Norte, Ohio, Pensilvania, Virginia y Wisconsin. Además, su tamaño hace a algunos de ellos muy decisivos: Florida tiene veintinueve compromisarios, Pensilvania veinte y Ohio dieciocho.

No obstante, los swing states pueden ir cambiando en cada elección. Puede incluso que un estado considerado seguro para un partido empiece a estar disputado. Es el caso de Texas, un feudo republicano en el que las encuestas auguran un resultado ajustado en las elecciones de 2020. Pero el ejemplo paradigmático de swing state es Ohio: en las doce elecciones desde 1972 ha votado siempre por el candidato que acabó ganando, siete por el candidato republicano y cinco por el demócrata. Con Florida ocurre algo parecido: ningún candidato ha conseguido ser presidente sin ganar en este estado en las últimas doce elecciones, con la excepción de las de 1992.

Es por esto que ambos candidatos han concentrado sus campañas electorales en estos Estados. En el caso del republicano Donald Trump, podemos mencionar a Pensilvania, swing state que el presidente considera importante para acercarse a la reelección y donde las encuestas le dan una victoria a Joe Biden. Es en este Estado donde el debate se centró en la técnica de fracturación hidráulica o “fracking[1], un sector que emplea aproximadamente a 30.000 personas en Pensilvania, siendo el mayor productor estadounidense de gas natural después de Texas. Trump busca instalar la idea de que sus oponentes quieren prohibir el fracking, para así seducir al voto conservador y trabajador de Pensilvania, Texas, Oklahoma y Ohio, frente a la “revolución de energía limpia” o Great New Deal que propone el Partido Demócrata.

En Florida, un estado clave para que el presidente republicano consiga su reelección, los demócratas enviaron al ex presidente Barack Obama a hacer campaña. El ex vicepresidente Biden también anunció la realización de su campaña en Iowa y Georgia, además de las paradas más tradicionales en Wisconsin y Florida. Ejemplo también de la importancia de estos Estados en los resultados de los comicios es el hecho de que ambos candidatos hablaran de ellos repetidamente en los dos debates presidenciales que tuvieron lugar, cada uno apuntando a captar a diferentes electorados. 

Reflexiones finales del escenario electoral actual

Otra particularidad que se está dando en estas elecciones es que se estima que más de 69 millones de estadounidenses ya votaron, con lo que podríamos estar frente a la mayor participación electoral desde 1908. Este dato tiene que ver con la propia campaña demócrata que se concentró en alentar el voto temprano, en el cual tendrían una ventaja significativa. Sin embargo, también los votantes poseen otras motivaciones para ir a votar y decidir el rumbo del país como la crisis sanitaria, la complicada situación económica o el desempleo. La confirmación de Amy Coney Barret en el asiento vacante de la Corte Suprema, logrando una mayoría conservadora en la misma y una victoria personal para Trump, complica aún más el escenario y la tensión política que está viviendo este país. 

En definitiva, podemos anticipar que serán elecciones muy ajustadas entre ambos candidatos, donde se juegan varios temas clave de agenda como las migraciones, la violencia racial, el cambio climático, las relaciones internacionales, las políticas sanitarias y la crisis sanitaria y económica que trajo aparejada la pandemia por Covid-19. Con un sistema electoral que parece sumamente complejo, es necesario que analicemos de cerca su estructura y funcionamiento para así poder comprender cómo se desenvolverán dichas elecciones.


[1] Es una técnica que posibilita o aumenta la extracción de gas y petróleo del subsuelo, considerada de gran riesgo para la salud y el medioambiente, pero que permitiría que Estados Unidos tenga autosuficiencia energética para 2035.

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