lesbicidio

Cuando nos matan

“Lesbiana lesbiana, lesbiana, lesbiana, decirlo tantas veces como las que se lo calló. Decir lesbiana es iluminar una porción de realidad, velada por las gruesas sombras de la dominación hetero, correr el cerrado horizonte de su normativa genocida. Nombrarse es la tumba de la opacidad, su combustión.”⁣
Macky Corbalan

Por Mico Coletti, Valen Viola Frei y Flor Caballer

¿Qué implica materialmente decir que la vida está en riesgo? ¿La vida de quien(es)? ¿Todas las vidas son valoradas por igual? ¿A quiénes les pedimos que nos valoren la vida? ¿al Estado cisheteropatriaral? ¿Al feminismo y el progresismo hetero? ¿a nostres mismxs?

En la madrugada del 6 de mayo cuatro lesbianas fueron prendidas fuego mientras dormían en una habitación de un conventillo de Barracas. El asesino, vecino del mismo conventillo venía hostigándolas hacía meses, amenazándolas con matarlas y terminó haciéndolo realidad. Tal fue el odio de Justo Barrientos que la única sobreviviente tuvo que forcejear con él para poder salir de la habitación.

Es importante señalar algunos puntos claves de la situación en la que vivían estas cuatro lesbianas para después poder ahondar en profundidad.

En primer lugar, ninguna de ellas tenía trabajo formal o un ingreso autogestivo sostenido, sino que vivían de changas que aparecían, por esta misma situación y por la gran problemática habitacional que existe en la ciudad de Buenos Aires, las mismas vivían en una pieza de un conventillo en una situación de precariedad absoluta. Algunas de ellas habían estado en situación de calle durante muchos años, expulsadas de sus familias (las cuales en la mayoría de los casos no han aparecido ni siquiera en estas circunstancias).

Entonces, ¿qué significa materialmente que nuestras existencias valen menos?

Acá algunos punteos más cercanos a nuestras existencias (obviamente nunca acabado) pero creemos necesario que entendamos o, sobre todo, que ustedes pakis entiendan de qué hablamos cuando decimos esto, y sobre todo que se hagan cargo de lo implica ahora estar diciendo, repitiendo como máquinas, que la cisheternorma mata. Porque estamos hartas de la hipocresía progresista, porque estamos enojadas hace mucho y sobre todo porque estamos llegando al límite y nos interesa mucho saber de qué lado van a estar. Puede sonar un poco agresivo, ¿no? Es que sí, nos están matando, pero nos están matando hace un montón. Y realmente necesitamos en este momento, hacernos cargo de las contradicciones del momento, y actuar en consecuencia. Por lo menos, hacer un movimiento cada día que nos aleje del fingir demencia, que repito solo nos está llevando a la muerte.

Ejemplos reales que se nos ocurren sobre cómo cotidianamente todo el espectro que nos rodea a lesbianas, travas, putos, mostris, no binaries, niñeces y juventudes, personas discas, etc. nos hace notar que nuestras vidas y existencias valen menos:

  • Cuando hacemos explícito en un espacio, un flyer, una cena, una conversación random, en un aula, en una asamblea etc. que nuestras existencias subjetivas y materiales no están tenidas en cuenta, cuando nos nombramos y la respuesta que obtenemos es que “estamos re molestxs”, que “ya se sabe”, que “estamos todos incluidos” y que ahí están refiriéndose en términos “generales”.
    Cuando tu entorno, te deja de frecuentar porque tu vida no se acomoda a los marcos heterocisnormativos correspondientes a tu edad, y que por tener otra forma o estructura les parece menos “seria”.
  • Cuando se reproduce el discurso hegemónico de que la familia nuclear es lo más importante, aun sabiendo que fuiste expulsadx de tu familia. Cuando no entienden por qué para nosotres nuestrxs amigues son nuestra familia y no lo tienen en cuenta.
  • Cuando estás enfermx o necesitas asistencia y tu entorno no piensa siquiera en ir a verte, acercarte un cuidado o un sostén material sobre todo sabiendo lo anterior.
  • Cuando las preocupaciones políticas de tu entorno, organización o partido rondan alrededor de la vida paki clase media, por ejemplo, empleo con mejores condiciones o la posibilidad de alquilar o no un monoambiente de cartón. Pero no se les ocurre pensar, ni militar, ni exigir que no se recorte las pensiones y el programa de salud que entrega retrovirales de manera gratuita, mercadería a las travas, o asistencia a quienes ejercen el trabajo sexual en situaciones de precariedad.
  • Cuando somos una diversión de momento, pero nunca somos en realidad una opción real para compartir tu vida.
  • Cuando nos esconden de sus familias, o nos excluyen de los espacios, porque siempre hablamos de estas cosas y somos “molestxs”.
  • Cuando mujeres cis, travas, lesbianas, mostris, etc. marcamos la discriminación, violencia subjetiva, simbólica o material de alguien (generalmente varonescis) en un grupo, pero como es “buen amigo”, “no fue tan así”, o “a mí no me hizo nada”, nadie le da importancia.
  • Cuando van a la marcha del orgullo de noviembre, pero nadie va a la de junio.
  • Cuando pensás que nuestras vidas se definen únicamente por el acto sexual y no entendés que la disidencia es a todo el sistema cultural, político, económico, cisheteronormativo.
  • Cuando necesitan que nos maten o nos violen para darle importancia a nuestras voces y vidas.
  • Cuando somos el último punto reivindicativo de tu programa político porque la construcción la hacemos personas cisheteronormadas.
  • Cuando no entendés todos los privilegios que tenés por ser paki y te enojas cuando te lo hacen saber en vez de reflexionar qué implica eso.
  • Cuando no cuestionás la cisheteronorma que reproducís en tu vida cotidiana con tu manera de habitar el mundo y esperás que nosotres hagamos todo el trabajo pedagógico, encima con paciencia.
  • Cuando nos dicen de nuevo que la familia nuclear es lo más importante, pero sin preguntarse por qué ahí son las primeras violencias sexuales, simbólicas y materiales que experimentamos.
  • Cuando están con nosotres mientras no tienen pareja, o cuando se pelean, o cuando necesitan salir de un vínculo violento, o cuando necesitan algo, pero después si algune de nosotres está en una situación dificultosa nos vuelven a olvidar.
  • Cuando pensás que es más importante poner plata para ir a bailar o pagarle a tu streamer favorito, pero no podés colaborar con las vidas disidentes en situación de extrema vulnerabilidad.
  • Cuando no cuestionas la invisibilización de nuestras existencias en tu subjetividad, en las instituciones que habitás y en los medios de comunicación de consumís.
  • Cuando no podés pensar más allá de tu propia existencia.
  • Cuando decis que nuestras vidas importan, pero nunca elegirías para vos o tus hijxs nuestras identidades y vidas, (y hasta las evitas).
  • Cuando pensás que somos muy exageradxs.
  • Cuando pedís justicia sin tener en cuenta que la ley punitiva y las instituciones punitivas no castigan la heterocisnorma, sino más bien enjuician, encierran y matan nuestras existencias disidentes.

Estamos enojadas porque no podemos estar tristes. Cualquiera de nosotras podríamos haber estado en esa cama.

La sensación en el cuerpo del miedo que nos da estar en la calle o que nuestres amigues estén en la calle, yendo a algún lado y algún violento nos pegue, nos viole, nos mate está presente.
Desde noviembre esa sensación crece, la legitimidad de la agresión, la indiferencia del montón.

¿Qué va a pasar cuando no haya más retrovirales; cuando la calle esté inhabitable de violencia y muerte; cuando la solidaridad de rebaño no llegue a fin de mes; cuando ninguna casa sea nuestra casa; cuando no tengamos dónde ir porque en todxs lados nos cierran la puerta?

Nos preocupa también que pidamos justicia mientras el gobierno de Milei, en su Ley de bases, busca reformar de nuevo la ley de ejecución de la pena. La última vez, con Macri, en el marco de un femicidio, nos modificaron la ley de ejecución de la pena y nos salió el tiro por la culata. La cárcel no es una opción. Y la justicia es patriarcal, no funciona para nadie que no tenga plata.

¿Cómo reparamos, pero, sobre todo, cómo empezamos a evitar, a prevenir y desarmar las violencias que nos quieren hacer reproducir?

Por esto, sobre todo, necesitamos primero que los y las que repiten ahora que la heterocisnorma mata revisen algo de todo lo que decimos más arriba.

¿Cómo construimos una sociedad de verdad más libre y no más liberal?
El nivel asimilacionismo con las narrativas de derecha protofascista es total. En la tele ya estamos escuchamos pedófilos abusadores de menores justificarse, personas homo odiantes fundamentar su discriminación, y al propio presidente burlarse de las personas con alguna discapacidad.

Todo nos parece normal, estamos de acuerdo, o lo que es peor, nos da igual. O no sabemos o tenemos, ni buscamos la información necesaria para contrarrestar, discutir, señalar y cancelar con fundamentos esas narrativas.
Estamos completamente desarmadxs. Si no podemos enfrentar con argumentos los discursos de odio, mucho menos podremos enfrentarlos con el cuerpo.

Las convicciones vienen de las ideas, los procesos de resistencia y de rebelión siempre se construyeron y sobre todo se sostuvieron a través de la fuerza de las ideas en común sobre la vida compartida que se deseaba.

Se nos viene a la mente una y otra vez, ¿qué hubiera pasado si esas cuatro lesbianas hubieran sido mujeres cis heterosexuales o hubiéramos decidido no nombrarlas por su identidad sexo-genérica? El feminismo cispaki, el progresismo hubiera salido masivamente a las calles y hasta se hubiera planteado adelantar el Ni Una Menos y generar convocatorias en todo el país. Lo que realmente ocurrió es que el lesbianismo, como siempre, salió rápidamente a tejer redes, generar articulaciones moviendo cielo y tierra para contener, acompañar, visibilizar y hasta romper el cerco mediático extremadamente blindado.

Nos preguntamos nuevamente, ¿por qué el feminismo cispaki y el progresismo no salió masivamente a repudiar los comentarios del vocero presidencial ninguneando la masacre que sufrieron nuestras compañeras?

Necesitamos que hagan carne lo que gritan. Los discursos vacíos de contenido, que solo se alzan en el momento ya no nos sirven de nada, ya quedó obsoleta la bandera del feminismo y el progresismo de galería que busca integrarnos para “quedar bien” y hacer un “como si” cuando se trata de nuestros reclamos y nuestras necesidades.

Estamos hartas, realmente hartas, ya no queremos vivir en un mundo donde nuestra moneda corriente sean vidas de mierda, llenas de violencias y destratos, porque merecemos ser felices, merecemos no ser el último orejón del tarro, merecemos tener vidas dignas ¿Cuánto más nos pueden odiar? ¿Cuánto más pueden aguantar nuestros cuerpos?

Hace años y años que construimos con cuidado y amorosidad espacios para todxs, porque sabemos cómo poner el cuerpo, porque estamos en todas las luchas y porque siempre lo estaremos. Pero para que la construcción sea realmente colectiva también tiene que ser recíproca.

Ahora les toca a ustedes decidir de qué lado de la mecha van a estar.

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