De Thatcher a Taiwan

Todos vimos por televisión y en vivo cómo la semana pasada naufragó la Ley Bases y Puntos de Partida para la Libertad de los Argentinos, lo que conocemos como la ley ómnibus, que de a poco y a cuenta de las negociaciones con los bloques dialoguistas se fue reduciendo a una versión más parecida a una combi.

La primera gran capitulación del gobierno fue el pacto fiscal, que además de cometer un verdadero ajuste contra las provincias iba posiblemente a morir en las legislaturas provinciales, suponiendo que ningún gobernador iba a ser lo suficientemente suicida para acompañarlo. Luego corrieron la misma suerte las leyes vinculadas a la justicia, donde el gobierno a partir de la presión de la familia judicial, y en particular de los llamados “Jueces Nacionales” impidieron que el proyecto contemple el traslado de su jurisdicción a la Ciudad de Buenos Aires. También con ello vimos la renuncia a las togas en los juicios donde el juez debía ser parte y el retiro de verdaderas abominaciones para los colegios de abogados como los divorcios administrativos. También del proyecto original se retiraron empresas a privatizar, como lo es YPF, entre otras. Sobre el final, la última versión era un Frankenstein de cabotaje con ajustes a los pobres y la clase media, revanchas contra algunos gobernadores y el ataque frontal contra la soberanía nacional, entregando la Patria por dos monedas.

Sin embargo, la finalidad principal de la ley ómnibus estuvo puntualmente orientada a las delegaciones del Poder Legislativo a Javier Milei. Hay algunas cuestiones que a los argentinos nos va a costar muchos años reponer. Pero sin dudas, la más gravosa para la convivencia democrática y el sostenimiento del Estado de Derecho hubiera sido cederle facultades que le son propias al Poder Legislativo al Presidente de la Nación. Milei buscaba tener un poder ilimitado para “Desregular toda la economía” como lo señalaba la propia ley. Es así que independientemente de las reformas que pudiera o no aprobarse por ley, si las delegaciones legislativas salían, Milei podría haber modificado, incorporado, derogado o creado nueva legislación en materia económica, fiscal, tributaria y de la Administración Pública para entregarla en bandeja a los grandes capitales.

Uno de los puntos de mayor trascendencia tuvo que ver con la pesca, uno de los recursos vivos estratégicos de la Argentina por su condición de Estado Ribereño y su capacidad de producción alimentaria. Sobre este punto, el texto original de la Ley Ómnibus buscará su desregulación más absoluta, incluso prescindiendo de la obligación de descargar en puerto argentino la captura y de contar con tripulación argentina dentro de la Zona Económica Exclusiva. Una entrega salvaje de soberanía y de puestos de trabajo. Cuando decimos que la delegación era lo más central de la ley, es porque aun con las modificaciones subsiguientes del texto final presentado en el dictamen, si hubieran salido las delegaciones, Milei podría modificar esta legislación desde su oficina en Balcarce 50.

Esta saña particular con la pesca y los recursos estratégicos se enmarca en una maniobra general que tiene como implicancia al Atlántico Sur, la Antártida y las Islas Malvinas. Sabemos por las declaraciones tanto de Javier Milei como de la Canciller Diana Mondino que el gobierno tiene un particular fanatismo por Margaret Thatcher quien fue la principal responsable de los crímenes de guerra durante la guerra de Malvinas.

La proyección que hace el Reino Unido sobre las Malvinas tiene como trasfondo el vencimiento en el año 2048 del Tratado Antártico, donde culminan los reclamos soberanos de los países originales firmantes del instrumento y comenzará una verdadera colonización sobre la Antártida. Nosotros tenemos superpuestos nuestros reclamos geográficos con el Reino Unido y nada indica que vayan a renunciar a reclamar como propios los territorios antárticos que también reclama la Argentina.

Sumado a ello es que la ley Ómnibus original somete al proceso de privatización una serie de activos estratégicos para la Defensa Nacional como Fabricaciones Militares, la Fábrica Argentina de Aviones, TANDANOR y VANG S.A. Con el objetivo de perder cualquier capacidad local de producción propia de medios para la Defensa, entregando en bandeja a la OTAN que ocupa parte de nuestro territorio la posibilidad de ejercer la ocupación sin ningún tipo de disuasión real por parte de la Argentina.

Como si la entrega de nuestros recursos, la pérdida de la capacidad de generar nuestros propios medios y el anuncio de la compra de aviones supersónicos sin sistemas de armas creíbles para sostener una disuasión real en el atlántico sur fueran poca cosa, ahora el Ministerio de Defensa informó que en el mes de mayo va a estar navegando en nuestras costas el grupo de ataque del portaaviones USS George Washington.

Lo que pretende Javier Milei es militarizar una zona históricamente pacífica y en donde, con pequeñas excepciones, ha tenido más de 200 años de paz, como lo es el cono sur de América. La presencia en aguas argentinas de fragatas, destructores, barcos cisternas y submarinos que acompañen a la mole de 322 metros de eslora con más de 90 aviones con capacidad de llevar armamento nuclear en nuestras aguas tiene como fin taiwanizar la región. Es decir, convertirla paulatinamente en una zona militarizada donde resurja una tensión entre potencias, utilizando en favor de la OTAN el enclave ilegal en las Islas Malvinas para proyectarlo a la Antártida.

Toda la estrategia privatizadora, de desprenderse de los activos argentinos y extranjerizar el mar tiene como fin volver al coloniaje y al sometimiento a otras potencias que decidan sobre nosotros.

Similar Posts