La toma de Kabul y un posible gobierno del Talibán en Afganistán
Por Camila Elizabeth Hernández
El domingo, el mundo fue testigo de cómo la bandera blanca del Talibán ondeaba en el mástil del palacio presidencial en Kabul. Imágenes impactantes de miles de personas huyendo del país circularon por las redes sociales, mientras que la situación política se volvía cada vez más tensa. La pregunta es, para muchos/as, ¿cómo se llegó a esta situación?
Un recorrido histórico
El Talibán, autodenominado como “Emirato Islámico de Afganistán”, es una facción política que adhiere a los preceptos del Islam sunní, en una lógica fundamentalista. Fue fundado por veteranos de la guerra de Afganistán luego de la fallida invasión de la Unión Soviética en 1979. Una vez que Moscú abandonara Afganistán, a fines de la década de los 80’, el Talibán avanzaría a paso firme contra los “muyahidines” (“combatientes”, armados y tolerados por Occidente) que se habían opuesto a la ocupación soviética. Tomaron el control de la capital, Kabul, en 1996, derrotando a otras facciones en el vacío de poder dejado. Dos años después, llegaron a gobernar la mayor parte del país, dictando la ley islámica o sharia.
En 2001, los atentados del 11 de septiembre en Estados Unidos causaron la mirada de este país hacia Afganistán, donde se suponía se encontraba el responsable de estos hechos, el líder de Al-Qaeda, Osama Bin Laden, protegido por las autoridades talibanes. Si bien ningún nacional afgano había sido parte de los atentados, Bush demandó que Afganistán les entregara a los culpables. El gobierno talibán se negó argumentando que no había evidencia de la participación de Osama Bin Laden en los mismos, lo cual desencadenó una invasión aliada al país el 7 de octubre de ese año. Bajo el nombre de “Operation Enduring Freedom” (Operación Libertad Duradera), Estados Unidos y Reino Unido lanzaron un ataque contra el gobierno, cuya soberanía era cuestionada tras la guerra civil afgana. La misión era la de “interrumpir el uso de Afganistán como base terrorista de operaciones y atacar la capacidad militar del régimen talibán”. Bush formó una coalición entre las fuerzas estadounidenses y británicas y facciones militares guerrilleras que combatían a los talibanes (agrupadas en la Alianza del Norte), logrando finalmente su derrota en 2001.
Posteriormente, el Talibán se reorganizó como una red descentralizada de combatientes y comandantes de bajo nivel con el poder de reclutar y reunir recursos de manera local mientras que los líderes de alto nivel se refugiaban en Pakistán. La insurgencia llegó a adoptar un sistema de planeación y ataques terroristas contra el gobierno afgano, así como a expandir un motor de financiamiento ilícito, basado en crimen y drogas. La invasión de las fuerzas occidentales duró 20 años, hasta que el ex presidente Donald Trump anunció y planificó la retirada de las tropas de una campaña que, según datos del Pentágono, significó el gasto de $815.7 millones de dólares. Esta política fue sostenida por su sucesor, Joe Biden, lo cual se cree que fue uno de los desencadenantes de la situación que se está viviendo en la actualidad.
Ahora bien, para comprender la totalidad de lo sucedido, es necesario mirar también los factores de política interna, los cuales brindan un marco explicativo más amplio. En 2004 se acordó en Afganistán una constitución que estableció una democracia liberal al estilo occidental, proveyendo un marco legal para las elecciones que se realizaron meses más tarde. También la Organización de Naciones Unidas intervino activamente en el conflicto para garantizar la paz entre las partes, sacando dos resoluciones de trascendencia. La primera, la resolución 1378, abogaba por un rol central de Naciones Unidas al establecer una administración de transición e incitaba a los Estados miembros a enviar fuerzas para el mantenimiento de la paz y la estabilidad. La segunda, la resolución 1383 del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas que lanzó en 2001 una segunda operación, la Fuerza Internacional de Asistencia para la Seguridad (ISAF por sus siglas en inglés), desde 2015 conocida como la Operación Apoyo Decidido. Además, se celebró el Acuerdo de Bonn entre las distintas facciones afganas, el cual proclamó a Hamid Karzai como jefe del gobierno interino y creó una fuerza internacional para el mantenimiento de la paz. La OTAN asumió el control de la ISAF en 2003. En 2004 Hamid Karzai fue electo democráticamente, aunque hubo acusaciones de fraude, y fue reelecto en agosto de 2009. El gobierno de Hamid Karzai colaboró estrechamente con Bush para continuar con la “guerra contra el terror internacional y la lucha contra el extremismo violento”.
Con la llegada al poder de Obama en 2009, se anunció que la estrategia de Estados Unidos iba a ser la de intensificar la lucha contra Al-Qaeda y los talibanes, así como asistir a Pakistán y Afganistán en el entrenamiento de las fuerzas de seguridad. La muerte de Osama Bin Laden fue anunciada el 2 de mayo de 2011, cuando unidades de élite de las fuerzas militares de Estados Unidos abatieron al líder de Al-Qaeda en el transcurso de un tiroteo en Abbottabad, Pakistán. A partir de allí, los talibanes llevaron a cabo varias ofensivas contra bases occidentales y edificios gubernamentales en represalia. En el año 2014 Ashraf Ghani Ahmadzai ganó las elecciones presidenciales con el 56,44% de los votos. En diciembre Obama dio por finalizada la misión de la ISAF-OTAN en Afganistán, que fue reemplazada por una nueva misión de la OTAN, llamada Apoyo Decidido, con una presencia militar más reducida. Sin embargo, el 15 de octubre de 2015 el mandatario anunció que mantendría 5500 soldados en Afganistán cuando dejara el cargo en 2017, pasando la resolución del conflicto a su sucesor, Donald Trump. En junio de 2016 el presidente norteamericano autorizó ampliar el papel que desempeñan las fuerzas estadounidenses desplegadas en Afganistán, lo que le permitió al Ejército acompañar a las fuerzas convencionales afganas en su lucha contra los insurgentes talibanes.
Pese a la fuerte presencia militar existente en el país asiático, en 2018 comenzaron las conversaciones para concretar la retirada de tropas que resultaba costosa para el Estado norteamericano. Estas conversaciones dieron como resultado que en febrero de 2020 el gobierno de Estados Unidos y los talibanes firmaron un histórico acuerdo, el llamado Pacto de Doha, que contempla la retirada de las tropas estadounidenses del país en 14 meses y una mesa de diálogo entre los talibanes y el gobierno afgano, así como también la reducción de la violencia en el país. También se preveía la liberación de prisioneros talibanes y miembros de las fuerzas afganas entre ambos bandos, aunque este intercambio llevó a varios desacuerdos entre los talibanes y el gobierno que perjudican hasta la actualidad al proceso de paz. Además, en el camino a la paz y la reconciliación nacional, el presidente Ashraf Ghani, y su principal opositor Abdullah Albdullah, firmaron el 17 de mayo un acuerdo político para poner fin a meses de inestabilidad política. Acordaron que Abdullah Albdullah (primer ministro de Afganistán luego de un pacto anterior con Ashraf Ghani) liderara el Alto Consejo de Reconciliación Nacional, organismo que pretendía liderar el proceso de paz con los talibanes, y que varios miembros de su equipo sean incluidos en el Gabinete gubernamental.
La situación actual
Sin embargo, las expectativas de una salida pacífica a un conflicto de larga data se fueron nublando, luego de varios atentados y enfrentamientos entre las fuerzas de seguridad afganas y combatientes talibanes. Las principales trabas a las conversaciones fueron la liberación de los prisioneros talibanes y la eliminación de nombres de combatientes talibanes de la lista negra de Naciones Unidas. Ambas partes se culparon mutuamente por la falta de resultados.
El 1 de mayo del presente año, el gobierno demócrata de Joe Biden anunció la retirada final de las tropas de Estados Unidos y la OTAN que continuaban presentes en el territorio, alrededor de 9500 efectivos. Ashraf Ghani, quien huyó del palacio presidencial ante la avanzada del Talibán sobre Kabul, fracasó en lograr un acuerdo político que le permitiera pacificar el país. Los combatientes talibanes aprovecharon la retirada de tropas extranjeras para avanzar sobre las distintas ciudades del país, apoderándose de amplias franjas de territorio en las zonas rurales y llegando hasta la capital.
La siguiente imagen sirve para ilustrar la rapidez de la avanzada del Talibán:
Fuente: BBC
Así, las imágenes de habitantes intentando escapar del país amontonados en el aeropuerto de Kabul e intentando subir a los aviones conmocionaron al mundo, en una situación política que cambia a cada minuto.
El Talibán ya realizó varias declaraciones donde intentaron llevar la calma a aquellos ciudadanos y ciudadanas que desconfían del tinte que adquirirá este gobierno, mirando con preocupación la aplicación de la ley islámica de manera estricta u ortodoxa, incompatible con los valores occidentales de democracia y respeto de los derechos humanos. Las promesas de la amnistía a los opositores y la exhortación a las mujeres, hechas por un miembro de la Comisión de Cultura de los talibanes, fueron los primeros comentarios oficiales de los planes generales de los islamistas para gobernar Afganistán.
“Unidades militares del Emirato Islámico de Afganistán entraron en la ciudad de Kabul para garantizar la seguridad”, tuiteó el portavoz del Talibán Zabihullah Mujahid. “Su avance continúa con normalidad”, añadió. Una “transferencia pacífica del poder” a un gobierno de transición se llevará a cabo en Afganistán, donde los talibanes están tomando el control del país, afirmó el ministro afgano del Interior, Abdul Sattar Mirzakwal. “Los afganos no deben preocuparse (…) No habrá un ataque contra la ciudad” de Kabul dijo Mirzakwal en un video. “Habrá una transferencia pacífica del poder hacia un gobierno de transición”, agregó.
Por el momento, el aeropuerto internacional de Kabul, la única salida del país para muchos, reabrió los vuelos militares de evacuación bajo vigilancia de soldados de Estados Unidos. Luego de recibir duras críticas, Biden defendió la decisión de retirar las tropas, argumentando que “los estadounidenses no deben morir en una guerra que los afganos no están dispuestos a luchar por sí mismos”. Además, culpó al gobierno de Ghani por cómo resultaron los eventos. En el panorama europeo, la canciller alemana Angela Merkel declaró: “Todos, y por eso también asumo mi responsabilidad, evaluamos erróneamente la situación. Toda la comunidad internacional dio por supuesto que podríamos seguir con la ayuda al desarrollo” en Afganistán. La canciller calificó los sucesos de los últimos días, que culminaron con la toma de Kabul por parte de los talibanes, de “amargos”, “dramáticos” y “horribles”. La intervención internacional más allá de las operaciones antiterroristas, agregó, ha sido “un esfuerzo sin éxito”.
El secretario general de Naciones Unidas, António Guterres, declaró este lunes en una reunión del Consejo de Seguridad en la sede Nueva York lo siguiente: “Los próximos días serán cruciales. El mundo está mirando. No podemos ni debemos abandonar al pueblo de Afganistán”, expresó, y destacó que es “esencial que se protejan los derechos de las mujeres y niñas afganas que tanto costó conseguir”, al tiempo que instó al Talibán a respetar “el derecho internacional humanitario”.
En el caso de Rusia y China, ambos países por el momento no retiraron completamente su personal diplomático del país, en medio de cuestionamientos sobre la posibilidad de que reconozcan al nuevo gobierno del Talibán. “Rusia no teme que Afganistán se convierta en un Estado islámico terrorista, pero no se apresurará en reconocer a los talibanes”, dijo el lunes el representante especial del presidente Vladímir Putin para Afganistán, Zamir Kabúlov. Según él, a su país tampoco le preocupa la cercanía de Afganistán a Pakistán, país que posee armas atómicas. De hecho, los combatientes talibanes han comenzado a custodiar el perímetro de la Embajada de Rusia en Kabul y garantizan que “de la cabeza de los diplomáticos rusos no caerá ni un pelo”. “Hasta el momento Rusia está satisfecha del comportamiento de los talibanes y de que la transferencia de poder se haya realizado sin violencia”, agregó Kabúlov. Según el funcionario, en Moscú, el Talibán aceptó las exigencias rusas de no formar un emirato afgano y no utilizar el territorio de Afganistán contra terceros países. En el caso de China, el objetivo primordial de las autoridades es custodiar las inversiones que este país posee en suelo afgano, ya que en 2016 Afganistán fue sumado al gran proyecto de infraestructura chino, One Belt, One Road Initiative (OBOR). China “respeta el derecho del pueblo afgano a decidir su propio destino y futuro y desea seguir manteniendo relaciones amistosas y de cooperación con Afganistán”, dijo a la prensa una portavoz de la diplomacia china, Hua Chunying.
Sin embargo, es menester tener en cuenta el riesgo que podría significar para la seguridad asiática que el Talibán gobierne Afganistán, debido a la presencia no sólo de otras organizaciones terroristas formadas por miembros de etnias residentes en Asia central, como los uzbekos, los kirguizos, los turcomanos y los tayikos, sino también de grupos locales radicalizados presentes en los Estados vecinos. Un efecto desestabilizador puede tener también el flujo de refugiados hacia países vecinos, en medio de la incertidumbre sobre qué pasará. Desde Tayikistán y Uzbekistán informan sobre la llegada de centenares de militares afganos en busca de refugio.
Así, se complejiza aún más el escenario en Asia, en medio de un cambio geopolítico muy importante y del que seguro continuaremos escuchando en los próximos días. En definitiva, las fallas tanto del gobierno de Ghani apoyado por fuerzas extranjeras como de los Estados involucrados que subestimaron la amenaza que representaba el Talibán para la seguridad interna e internacional, llevaron a esta situación que se nos presenta como urgente y caótica. La imposición de una democracia liberal no bastó para frenar a los grupos insurgentes que se fueron organizando y reorganizando a lo largo de los años y cuya culminación es la toma de un país que en definitiva los vió crecer y fortalecerse, a la vez que ganar terreno.