Mutilación Genital Femenina: Un flagelo que afecta a 125 millones de mujeres

Por Julio Belloni

Mutilación Genital Femenina

Día a día mujeres de todo el mundo salen a las calles a reivindicar sus derechos. Mediante la participación política, social y el empoderamiento del movimiento feminista, se han logrado grandes avances en el último tiempo, aunque como es sabido, queda mucho por cambiar y alterar del actual sistema que las oprime. Entre los grandes reclamos que existen se encuentra la eliminación de la mutilación genital femenina (MGF) cuya mayor incidencia se encuentra en África y algunos países de Medio Oriente, aunque se han registrado muchos casos de personas migrantes en Europa y los Estados Unidos que continúan la práctica más allá de las fronteras. Según la OMS, la mutilación u ablación genital femenina es el término que se le dan a “todos los procedimientos que implican la extirpación parcial o total de los genitales externos femeninos u otras lesiones de los órganos genitales femeninos por razones no médicas”  (World Health Organization, 2020). En la actualidad, más de 125 millones de niñas y mujeres han sido sometidas a la ablación. En los últimos años, y fundamentalmente en vistas de los Objetivos del Desarrollo Sostenible, la MGF ha visto reducida su incidencia entre las niñas menores de 15 años, sin embargo, se estima que unas 30 millones aún corren el riesgo de ser sometidas a la ablación de continuar con la tendencia actual antes de su desaparición.

Porcentaje por país de la población femenina, entre 15 y 49 años afectadas por MGF (UNICEF, 2013)

A pesar de que la MGF es una violación flagrante de los derechos humanos de las niñas y las mujeres, reproduce patrones de discriminación, desigualdad de género y es condenada en diversos tratados y convenciones internacionales, quienes la practican se sostienen en la tradición y las normas sociales patriarcales para garantizar que las niñas sean socialmente aceptadas para contraer matrimonio, mantener su status y honor junto al de sus familias. Si bien la costumbre es de procedencia incierta, existen versiones que afirman que comenzó en el antiguo Egipto y a partir de allí se extendió al resto del continente africano y países como Yemen e Irak (UNICEF, 2013).

En términos médicos, la MGF no tiene beneficios algunos para la salud. Su práctica puede conducir no sólo a riesgos inmediatos, sino también a complicaciones a largo plazo para la salud y el bienestar físico, mental y sexual de las mujeres, causando hemorragias graves y problemas para orinar, quistes, infecciones, así como complicaciones en el parto y un mayor riesgo de muerte del recién nacido. Además, según estimaciones de la Organización Mundial de la Salud los costos, sus complicaciones y tratamiento rondan los 1.400 millones de dólares estadounidenses al año a los sistemas públicos de salud de estos países  (World Health Organization, 2020).

Tipos de MGF

Tomando el estudio realizado por la OMS, la mutilación genital femenina se clasifica en 3 tipos principales. Una de las más usuales es aquella del tipo 1, que consiste en la extirpación parcial o total del glande del clítoris, y/o el prepucio/capuchón de este (el pliegue de piel que rodea al glande del clítoris). El tipo 2 consiste por otra parte en la extirpación parcial o total del glande del clítoris y los labios menores (los pliegues internos de la vulva), con o sin extirpación de los labios mayores (los pliegues externos de la piel de la vulva), mientras que el tipo 3 y la más peligrosa es aquella conocida como infibulación, que consiste en el estrechamiento de la abertura vaginal a través de la creación de un sello de cobertura.

En términos concretos, la MGF implica remover y dañar el tejido genital femenino sano y normal, e interfiere con las funciones naturales del cuerpo de las niñas y las mujeres. Sus riesgos aumentan con el incremento de su intensidad y tipo, aunque todas las formas de MGF implican un gran riesgo para la salud (World Health Organization, 2020). Durante el procedimiento y con posterioridad se pueden dar diversas complicaciones, como un excesivo dolor, el sangrado y la hemorragia, la hinchazón del tejido genital, fiebre, infecciones que provocan tétanos dada las malas condiciones de higiene, problemas urinarios, mala cicatrización de heridas, lesiones en el tejido genital circundante, shock y muerte. A largo plazo las consecuencias de la práctica producirían problemas urinarios (micción dolorosa, infecciones del tracto urinario), problemas vaginales (secreción, picor, vaginosis bacteriana y otras infecciones), problemas menstruales (menstruaciones dolorosas, dificultad para pasar la sangre menstrual, etc.), problemas sexuales (dolor durante el coito, disminución de la satisfacción, etc.), aumento del riesgo de complicaciones en el parto (parto difícil, hemorragia excesiva, cesárea, necesidad de resucitar al bebé, etc.) y muertes de recién nacidos.

Factores culturales y sociales para realizar la MGF

Las razones por las que se realizan las mutilaciones genitales femeninas varían de una región a otra, así como a lo largo del tiempo, e incluyen una mezcla de factores socioculturales dentro de las familias y las comunidades. En sociedades fuertemente patriarcales, la MGF es una convención social, donde la presión para ajustarse a lo que otros hacen y han estado haciendo, así como la necesidad de ser aceptados socialmente y el miedo a ser rechazados por la comunidad y la violencia sufrida por revelarse se convierten en fuertes motivaciones para perpetuar la práctica. Así, nos encontramos que en algunas comunidades, la MGF se realiza casi universalmente y de forma incuestionable.

Su práctica se considera una parte necesaria de la crianza de las niñas, de manera de prepararla para la edad adulta y el matrimonio, considerándolo un comportamiento sexual aceptable para asegurar la virginidad prematrimonial y la fidelidad conyugal. En muchas comunidades se cree que la MGF reduce la libido de la mujer y por lo tanto se cree que la ayuda a resistir los actos sexuales extramaritales. Cuando una abertura vaginal se cubre o se estrecha (Tipo 3), se espera que el miedo al dolor de abrirla, y el temor a que esto se descubra, desaliente aún más las relaciones sexuales extramaritales entre las mujeres con este tipo de MGF (OFPRA, 2017). De esta manera, se la asocia con ideales culturales de feminidad y modestia, que incluyen la noción de que las niñas son limpias y hermosas después de la remoción de partes del cuerpo que se consideran sucias, poco femeninas y que ayudaría a la posibilidad de que la niña se case.

A pesar de que habitualmente se identifica a la MGF conectada de alguna manera con el Islam, también es realizada por grupos de otras religiones como el cristianismo o el judaísmo (UNICEF, 2013). Esto se debe a que muchas veces, en los libros sagrados al no condenarse esta práctica, se cree que está autorizada y en ciertas ocasiones es utilizada como rito de limpieza que permite el rezo.

Las niñas, las victimas

Según estudios de UNICEF, la mitad de las personas que sufren MGF lo padecen antes de cumplir los 5 años. Esto muestra un claro desconocimiento de los derechos de los niños, como así también de su potestad para influir y decidir sobre sus cuerpos. La actitud de niñas y mujeres sobre la MGF varían ampliamente entre los países. Los niveles más altos de apoyo se encuentran en Malí, Guinea, Sierra Leona, Somalia, Gambia y Egipto, donde más de la mitad de la población femenina cree que la práctica debería continuar. A pesar de ello, ampliando el espectro, en la mayoría de los países en los que se concentra la MGF (19 de 29), gran parte de las niñas y mujeres creen que debería terminar (World Health Organization, 2020). Por ejemplo, en Burkina Faso donde el 76% de las niñas y mujeres han sido sometidas a la ablación, sólo el 9% está a favor de que continúe.

Una cuestión muy importante de mencionar es que según la misma fuente (UNICEF) el apoyo a la práctica disminuye progresivamente con el aumento de los niveles de educación entre la población. Así, las diferencias en el apoyo entre las mujeres sin educación frente a las mujeres con educación secundaria eran mayores a 30 puntos porcentuales en países como Eritrea, Sudán, Guinea- Bissau, Sierra Leona, Etiopía, Kenya, Guinea y Mauritania. Esto mismo sucede entre hombres y niños, cuya educación tiene una relación muy importante con el grado de apoyo a la práctica.

Respuesta internacional

La gran incidencia y la fuerte presencia de esta violación a los derechos de las mujeres, produjo que desde hace algunas décadas se trabaje en pos de la eliminación y erradicación de la MGF. En 2010, en colaboración con UNFPA, UNICEF y otros asociados, la OMS publicó la “Estrategia mundial para impedir que el personal sanitario practique mutilaciones sexuales femeninas” creando protocolos, manuales y directrices para los profesionales sanitarios donde se especifica qué deben hacer cuando los padres y otros familiares les pidan que practiquen una MGF a una niña, o cuando las propias mujeres afectadas soliciten una re-infibulación tras el parto.

Además, organizaciones como UNICEF, UNFPA y ONU-Mujeres trabajan para solicitar políticas activas y leyes que protejan el derecho de las niñas y las mujeres a vivir sin sufrir violencia ni discriminación, obligando a los gobiernos de países donde la MGF sigue ocurriendo a elaborar planes de acción nacionales para erradicarla e incluir financiación para servicios integrales de salud sexual y reproductiva, educación, asistencia social y jurídica (World Health Organization, 2020).

En 2015, mandatarios de todo el mundo apoyaron masivamente la inclusión de la eliminación de la mutilación genital femenina como una de las metas de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, objetivo factible, si se transforman los compromisos políticos en medidas tangibles y se tiene en cuenta que desde los años 2000, veintiséis países de África y el Oriente Medio han prohibido la mutilación genital femenina por ley o decreto constitucional. A pesar de ello, las leyes deben formar parte de un conjunto de intervenciones de los gobiernos para apoyar un movimiento social en pro de su eliminación. Un informe de UNICEF (2020) señala que cualquier reforma debe tener en cuenta el grado de apoyo social a la ablación. En los entornos en los que los segmentos de la población que la practican están de acuerdo en que las niñas y las mujeres no deben ser sometidas, los marcos institucionales pueden desempeñar un papel importante en el apoyo del cambio social dirigido a poner fin a la misma. Sin embargo, en las comunidades que cuentan con un amplio apoyo a la MGF, el reto es desarrollar estrategias que complementen los esfuerzos en la esfera social, el rol de las mujeres y su organización para erradicarla, y el cambio en los patrones de reproducción social de un sistema patriarcal que constriñe y subyuga a las mujeres. Sin una posibilidad real de empoderamiento y libertad para decidir, la MGF continuará siendo una de las mayores y más peligrosa violación a los derechos de las mujeres.


Bibliografía

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